martes, 31 de enero de 2012

El mar de madera, de Jonathan Carroll


Soy un apasionado de ciencia ficción y, con alguna reserva, de fantasía. Las reservas son, sintéticamente, la calidad de lo que se publica con esta etiqueta y que me aburren soberanamente las réplicas del Señor de los Anillos que aparecen como setas (y casi siempre de tres en tres): enanoselfoshombresmedianos buenos en viaje para salvar yoqueséqué de los infames orcostrasgosogros. Se me han olvidado los magos, o equivalentes, que juegan en ambos equipos.

No toda la fantasía es este refrito “heroico”. Sin apurar demasiado podemos meter en el mismo caldero a D. Haruki Murakami, con obras de una calidad y una originalidad reconocida (gustos aparte).

Otro de esos escritores que caminan por senderos menos trillados es Jonathan Carroll, un apellido que predispone, supongo. Tenía pendiente leer un libro de él desde que, leyendo una crítica de su novela “Los dientes de los ángeles”, vi que se subrayaba el carácter surrealista y corrosivo de su obra, muy alejada de la fantasía más al uso. Por fin le llegó su hora.

Sinopsis: (de Lecturalia)

Crane’s View es un pequeño y agradable pueblo situado junto a un río, un lugar donde nunca sucede nada fuera de lo ordinario, al menos, para un observador casual. Porque desde el momento en que un perro de tres patas entra en la confortable vida del jefe de policía Frannie McCabe, muere a sus pies, y vuelve a la vida, McCabe se encuentra a sí mismo lanzado a un nuevo mundo de inenarrables y perturbadoras maravillas. Una pluma multicolor, misteriosos dibujos y un Frannie McCabe de diecisiete años se aparecen para insinuarle la verdad sobre su pasado, su presente y su futuro: él está en el centro de una conspiración, y lo que haga en los próximos días puede tener consecuencias para el mundo entero.

Opinión personal:

Ha merecido la pena. Una novela bien escrita (y se nota a pesar de la pésima traducción de la que después hablo) con ráfagas de humor y de terror, que te lleva a un universo a la vez cotidiano y delirante, pero siempre con una gran coherencia interna a pesar de lo irreal de la trama. Lo dice mucho mejor Frannie McCabe, el protagonista por partida múltiple: ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? ¿Por qué se ha convertido mi vida en un cuadro de Salvador Dalí? Y así es, un mundo al que es mejor dejarse transportar que interpretar. Pero lo más reseñable, quizás, es que, a diferencia de tantas novelas de fantasía, los personajes viven en su páginas, no son las calcamonías que encuentro a menudo en obras del género.

Una nota sobre la traducción y la falta de corrección (cuatro ejemplos como podrían ser cuarenta):

-¡Tendrías que estar en la cárcel! ¿Pero te matriculaste en la universidad y ahora eres el jefe de la policía? ¿Esto como se bebe?

Los vigilantes se pusieron firmes cuando nos acercamos. Susan levantó los brazos a los costados y me indicó que la imitara. De donde se deduce que estaban cabeza abajo, supongo.

Al que mi madre no sabía distinguir siquiera en medio de una multitud. Claro, lo difícil es reconocer a alguien en una bañera, en una multitud está chupado.

Todas las mañanas, cuando llega el correo, coloca las cartas que sean para mí en un pulcro montoncito encima de mi aparador. Lo mejor es complicarse la vida siempre que se pueda: “que sean” en la frase solo es necesario si se cobra la traducción por palabras.

Valoración: 4 sobre 5.

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