sábado, 31 de julio de 2010

Descargas "ilegales" y arte de gobierno

He leído hoy un artículo de Manuel Arias Maldonado, profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad de Málaga, en el diario El País, bajo el título de Descargas ilegales y arte de gobierno.

Tengo que reconocer que nada más leer el título he pensado que ya nos volvían a poner a caer de un burro a los usuarios de Internet.

Dejo aquí un pequeño extracto de el artículo en cuestión: (las negritas son mías)
¿Qué razones podría tener alguien para descargar ilegalmente contenidos culturales? Suele representarse a este sujeto como a un adolescente egoísta, un cruce entre Robin Hood e Ignatius J. Reilly, a quien su madre lleva la cena al dormitorio mientras él se dedica a demoler el Antiguo Régimen Cultural. Algo de verdad habrá en ello. Sin embargo, es conveniente preguntarse si hay alguna otra razón que explique la alegría con la que los españoles se han lanzado a esta moderna forma de piratería. No hay, claro, una única razón para explicar este fenómeno, pero la que aquí se va a traer a colación no parece la menor, ni la menos significativa. Y recordemos que este concreto problema se evaporará cuando todo pueda verse u oírse en línea, sin necesidad de descargar los contenidos, pero no lo harán sus causas ni lo que estas dicen sobre nuestra sociedad.

Hace unos meses, de visita en Londres, me topé con las nuevas ediciones del catálogo completo de los Beatles. Y cuál no sería mi sorpresa cuando comprobé que podía hacerme con cada uno de los discos a un precio de ocho euros. ¡Recién publicados! De regreso, comprobé el precio mínimo al que podían adquirirse en España. ¿Adivinan? No menos de 16 euros, en el mejor de los casos. Lo mismo sucedía con The Wire, la excelente serie producida por HBO: una temporada cuesta 34 euros aquí y 16 allí. Y así sucesivamente, con salarios que doblan los nuestros. La pregunta que sigue es elemental: ¿quién desea adquirir un producto al doble de su precio más bajo en el mercado? Nadie, claro.

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Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con nuestros Gobiernos? Mucho, claro. Porque alguna explicación de orden estructural habrá para que el disco que cuesta ocho euros en Londres no baje de 16 en Madrid. Hay que recordar que no vivimos bajo ninguna forma de capitalismo salvaje, sino en un capitalismo intervenido, donde la forma de los mercados viene determinada por restricciones legislativas y asignaciones prefijadas de beneficio. Baste mencionar que los distribuidores de libros se llevan el 50% del precio de estos, frente al 8% del autor; que solo hay un número limitado de operadores de telefonía móvil, porque así lo decide el Estado; o que no pueden aplicarse libremente descuentos en los libros. Esto quiere decir que las reformas públicas de los mercados producen un efecto sobre estos y que, si se trata de las reformas correctas, suelen hacerlo en beneficio de los ciudadanos.
En esencia estoy bastante de acuerdo con el planteamiento del artículo, quizás matizaría lo de las descargas ilegales. ¿Por qué son ilegales?

Evidentemente los precios son un problema, es díficil poner a todos de acuerdo, unos quieren ganar lo máximo posible y otros queremos pagar lo mínimo posible, pero tanto o más que los precios el problema es también la facilidad o dificultad para adquirir esos productos, el comprar algo que no puedo compartir con un amigo porque a lo mejor en su lector no lo puede ver...

Que el mercado está cambiando es evidente, pero parece que algunos están dispuestos a repetir lo que ha sucedido con la música, pero claro dicen que los humanos somos los únicos que tropezamos dos veces con la misma piedra. Que el distribuidor se lleve un 50% y el autor un 8% (no sé si un dato real, por otros sitios he leído que el autor se lleva un diez y librero, editor y distribuidor un 30 por ciento cada uno) va a cambiar sí o sí.

Dice Manuel Arias Maldonado que "desgraciadamente, nuestros Gobiernos suelen ser fuertes con los débiles y débiles con los fuertes". Creo que tiene mucha razón.

El artículo completo aquí.

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