lunes, 1 de noviembre de 2010

Para todos los gustos

Hoy quería compartir con vosotros un artículo que publicaba en su blog Antonio Muñoz Molina hace menos de una semana, Para todos los gustos.

Así comienza el artículo:
Los libros leídos y los no leídos, los que uno intentó leer y tuvo que rendirse, los que quisiera haber leído, los que dice haber leído, los que leyó y no recuerda nada, los que le da vergüenza haber disfrutado, los que le da más vergüenza todavía no haber disfrutado, los que le acompañaron una sola tarde de lectura perfecta y luego no ha recobrado, los que tiene sobre la mesilla y ha empezado varias veces y nunca llega a traspasar, los que está siempre prometiéndose que leerá en cuanto tenga un poco más de tiempo… Hay un libro para cada momento, para cada edad de la vida, para cada estado de ánimo, para cada noche y cada viaje; ninguno de ellos es obligatorio. Hay tantas obras maestras que no pasa nada si uno no ha leído cualquiera de ellas, porque seguro que hay otra que le gusta mucho, y que le cuesta menos trabajo, o le despierta una emoción mucho más inmediata, y la emoción siempre tiene un efecto de claridad. Leer no es una actitud pasiva, como mirar un televisor pulsando con desgana el mando a distancia; leer no es ir picoteando esta página web o esta otra, o zapeando. Leer es una tarea sustantiva, una destreza que cuesta mucho adquirir, aunque de mayores ya no lo recordemos; leer es participar activamente en un acto creativo, no ser sus testigo dócil y asombrado.
Supongo que muchos coincidiréis con sus apreciaciones, aunque seguro que también hay gente que discreparía, yo personalmente rubricaría lo que Muñoz Molina ha escrito. Me gusta porque respeta a todos los lectores, independientemente de lo que lean o cuando lo lean y pone en su sitio a esos presuntos expertos que nos marcan las directrices de lo que ellos consideran el bien y el mal, lo bueno y lo malo.

Cualquier lector medio, con vocación y cierta entrega, está capacitado para disfrutar y juzgar cualquier libro:y sobre todo para distinguir aquellos que se corresponden con su sensibilidad, con las circunstancias singulares de su carácter y su vida. En cuanto a los presuntos expertos, Nietzsche los definió mejor que nadie:

“Enturbian el agua para que parezca profunda”.

Enlace al artículo completo. Para todos los gustos, Antonio Muñoz Molina

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